3 de octubre de 2012

Utopía Selenita

 

La Luna, o Selene, como la llamaban los antiguos... la Luna también es objeto de inspiración en mi vida, y ahora que lo pienso bien, a quién no ha inspirado, maravillado, hipnotizado: incluso a los más tercos y ensombrecidos espíritus. Luna del alba, Luna del ocaso, de medianoche, de madrugada, eres la misma pero al mismo tiempo tan distinta. Diferentes rostros, diferentes miradas: nuevas, menguantes, crecientes, llenas, ¿pero es a ti a quién describo o a la humana naturaleza?
Sedujiste a poetas, a doncellas, a ninfas perdidas en las sombras de la noche. Fuiste diosa en la noche de los tiempos, fascinaste a princesas en sus encumbrados castillos, guíaste a navegantes allende los mares. Consolaste rotos corazones que se fundieron en tu luz haciéndose uno, como comprendiéndolos, como acunándolos en tu eterno semblante, esperando sanarlos, esperando curarlos.
¿Hasta cuando nos acompañaras? ¿Estarás siempre a nuestro lado, como una madre amorosa, como una novia abnegada? ¿O finalmente te hastiarás de nuestras imperfecciones, de nuestras desmedidas pasiones y abandonarás a nuestra suerte a esta criatura que bebe de tu fuente esperando que sus quimeras se cumplan, que sus sueños templen? Ruego al Cielo en el cual te meces que ese momento nunca arribe, para que al tender nuestra mirada al oscuro firmamento podamos regodearnos siempre en tu pálida expresión, que a veces cristaliza en espejo en el cual se reflejan nuestras más hermosas ilusiones...




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